¡Detente!
El estrés, tan mal visto en nuestros días, es en realidad una respuesta natural y necesaria para nuestra supervivencia; sin embargo, puede llegar a desencadenar graves problemas de salud cuando se hace convierte en una constante en nuestras vidas.
El avance de las telecomunicaciones y de los medios de transporte, entre otras cosas, han hecho que nuestra forma de vida sea más acelerada. No queremos esperar en una fila, nos molesta cuando hay algún desperfecto en el servicio de internet o cuando nuestras llamadas no entran inmediatamente. Queremos que todo suceda en el acto.
Lo mismo sucede con nuestra relación con Dios, queremos que Él nos responda ni bien terminamos de pronunciar las palabras finales de nuestra oración, que nos dé una salida ni bien empezamos a ver un poco de sombras en nuestra vida, que provea lo que necesitamos en el instante… queremos que Dios acelere sus tiempos y de una vez nos quite de encima aquello que nos duele o incomoda.
Ni bien los israelitas habían salido de Egipto, el Faraón y sus funcionarios cambiaron de opinión y decidieron ir tras el pueblo de Israel; sacaron sus mejores carros y les dieron alcance. Cuando los israelitas vieron esto entraron en pánico y le reclamaron al Señor y a Moisés el haberlos sacado de Egipto.
Pero la respuesta de Moisés fue la siguiente: “—No tengan miedo. Sólo quédense quietos y observen cómo el Señor los rescatará hoy. Esos egipcios que ahora ven, jamás volverán a verlos. El Señor mismo peleará por ustedes. Sólo quédense tranquilos.” Éxodo 14:13-14
Luego Dios le ordena a Moisés que el pueblo siga adelante y le muestra cómo abrir el Mar Rojo para que su pueblo pudiera pasar.
¿Quién no ha entrado en pánico cuando ve que el ejército del Faraón se viene contra nosotros con sus carros poderosos? ¿Quién no ha pensado en salir corriendo o no le ha echado la culpa a Dios de nuestras circunstancias? Y hay también quienes creen que Dios necesita ayuda para resolver los problemas y se ponen a trabajar más que antes buscando las mejores soluciones.
A veces es necesario bajar el ritmo en el que estamos y quedarnos quietos, seguir la dirección de Dios y observar cómo Él abre el Mar Rojo sacándonos ilesos del problema que teníamos. Dios tiene sus tiempos y no va a permitir que nada nos dañe, pero debemos aprender a esperar confiadamente.
El avance de las telecomunicaciones y de los medios de transporte, entre otras cosas, han hecho que nuestra forma de vida sea más acelerada. No queremos esperar en una fila, nos molesta cuando hay algún desperfecto en el servicio de internet o cuando nuestras llamadas no entran inmediatamente. Queremos que todo suceda en el acto.
Lo mismo sucede con nuestra relación con Dios, queremos que Él nos responda ni bien terminamos de pronunciar las palabras finales de nuestra oración, que nos dé una salida ni bien empezamos a ver un poco de sombras en nuestra vida, que provea lo que necesitamos en el instante… queremos que Dios acelere sus tiempos y de una vez nos quite de encima aquello que nos duele o incomoda.
Ni bien los israelitas habían salido de Egipto, el Faraón y sus funcionarios cambiaron de opinión y decidieron ir tras el pueblo de Israel; sacaron sus mejores carros y les dieron alcance. Cuando los israelitas vieron esto entraron en pánico y le reclamaron al Señor y a Moisés el haberlos sacado de Egipto.
Pero la respuesta de Moisés fue la siguiente: “—No tengan miedo. Sólo quédense quietos y observen cómo el Señor los rescatará hoy. Esos egipcios que ahora ven, jamás volverán a verlos. El Señor mismo peleará por ustedes. Sólo quédense tranquilos.” Éxodo 14:13-14
Luego Dios le ordena a Moisés que el pueblo siga adelante y le muestra cómo abrir el Mar Rojo para que su pueblo pudiera pasar.
¿Quién no ha entrado en pánico cuando ve que el ejército del Faraón se viene contra nosotros con sus carros poderosos? ¿Quién no ha pensado en salir corriendo o no le ha echado la culpa a Dios de nuestras circunstancias? Y hay también quienes creen que Dios necesita ayuda para resolver los problemas y se ponen a trabajar más que antes buscando las mejores soluciones.
A veces es necesario bajar el ritmo en el que estamos y quedarnos quietos, seguir la dirección de Dios y observar cómo Él abre el Mar Rojo sacándonos ilesos del problema que teníamos. Dios tiene sus tiempos y no va a permitir que nada nos dañe, pero debemos aprender a esperar confiadamente.
“ El Señor es mi roca, mi fortaleza y mi salvador; mi Dios es mi roca, en quien encuentro protección. Él es mi escudo, el poder que me salva y mi lugar seguro.” Salmos 18:2
Si has estado corriendo y sientes que las fuerzas te van a abandonar y que Dios se demora en responderte, no te desesperes, detente, confía y observa cómo trae la salvación para tu vida. Él no te va a abandonar. Una vez que te detengas verás como Dios pelea por ti y abre el Mar Rojo que tienes delante.
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