La mesa del “Pastor Ulises” y el almuerzo que alimenta, acoge y devuelve la fe a los indigentes
Todos los días una veintena de personas en situación de calle llega a comer al Templo Belén de Barrancas.
Fuimos a almorzar con veinte indigentes en el comedor solidario del templo evangélico Belén, allí en el segundo piso del ex cine Modelo de Barrancas y palpamos de cerca el instante en que la pobreza y la tristeza del abandono se fue fundiendo en la riqueza y alegría de la solidaridad.
Hace casi dos meses que el pastor evangélico Ulises Riquelme comparte su mesa con una veintena de indigentes. Pero también la comparte con otros miembros de la iglesia que encabeza.
Igual que el pastor Ulises, los voluntarios llegan antes de la una de la tarde hasta la que años atrás fue la platea alta del ochentero cine.
Al fondo de la sala un espacio utilizado como cocina. En un par de marmitas Rita Romero prepara la comida del día. Le ayuda Irene Gómez y Patricia Rodríguez.
Rita es dueña de casa, igual que Irene, y pese al cansador trabajo para mantener sus hogares se las arreglan para ir a servir a los más desposeídos.
Patricia es ejecutiva del cementerio Parque Mirador de Bellavista y eligió ocupar su horario de colación para ir a servir a los indigentes y compartir con ellos diariamente su almuerzo.
Poco a poco siguen llegando los comensales.
En la cabecera de la mesa el Patito sorbetea y sorbetea la sopa. En la otra punta Edgardo Cabrolier recibe ansioso su plato y comienza a comer.
Se sienta también una pareja de jóvenes. Dicen que son mochileros y que no tienen qué echarse a la boca.
Ya son casi las dos de la tarde y todos almuerzan. Se nota que había hambre porque nadie habla, hasta que el pastor Ulises rompe el silencio con un chiste.
Cabrolier cuenta que era mecánico. “El mejor mecánico de San Antonio”, dice Paulo Zúñiga, otro indigente que llegó hace casi dos años a la comuna puerto.
“Yo estoy aquí por el copete”, reconoce Cabrolier. “A mí me han echado de todas partes”, comenta Zúñiga. “A mí también”, agrega Claudio Morales, otro de los comensales de la solidaria mesa.
Morales y Zúñiga llevaban varias noches durmiendo en las afueras del Servicio de Urgencia del hospital Claudio Vicuña. Ahí, cuentan, se cobijan bajo un techito y deben abandonar el lugar muy temprano. “Nos dicen que nos vayamos como a las seis de la mañana, para no molestar a la gente”, dice Paulo Zúñiga, casi a punto de romper en llanto.
Claudio le juguetea en la oreja y don Leandro Barra, con sus 79 años a cuestas, les llama la atención. “¡Coman tranquilos!”, les dice y el par de amigos le hace caso.
Don Leandro asegura que almuerza en el Templo Belén porque lo abandonaron. “Vivo solo en una casuchita en calle Lautaro. Se puede decir que a mí me abandonaron”, dijo el abuelito, mientras se saborea.
El pastor Ulises acaba de subir al comedor. Antes nos mostró el templo Belén, su oficina y la radio Vida Nueva, a través de la cual emite su mensaje y la “palabra de Dios”.
Es un hombre de fe, pero también del mundo de las comunicaciones. Hasta hace unos meses mantenía un microprograma en el Canal 2 San Antonio, en el que entregaba el mensaje de su iglesia e invitaba a los sanantoninos a asistir a las reuniones de la congregación evangélica que lidera.
Ahora sólo está presente en la radio Vida Nueva, a través del dial 107.9 FM y la señal on line en www.radiovidanuevafm.cl.
A través de esa señal Ulises va entregando su mensaje, pero poco se sabe del trabajo social que desempeña junto a quienes llama sus hermanos.
La esquina de las calles Maestranza y Lautaro se convierte en el punto de encuentro de los indigentes, muchos de los cuales están enfermos de alcoholismo.
Frente al templo la cortina metálica cerrada de la cantina que por años ahogó las penas y la sed de varios de ellos les dice que nunca más podrán guarecerse allí.
O siguen sentados en el pasto o las bancas de la plaza José Luis Norris -llamada por algunos como la de “los jubilados” o derechamente la de “los curados”- o caminan un poco y llegan al comedor solidario del Templo Belén.
En el templo les espera el pastor, quien ha propiciado la logística necesaria para transformar en hechos la palabra que predica.
Golpeando puertas fue consiguiendo lo necesario para ofrecer a quienes más lo necesitan un almuerzo digno, que no sólo alimenta a quienes tienen hambre, sino que también los acoge, cobija y acaricia.
La panadería Española de Barrancas aporta con pancito fresco y crujiente. Carnes Pego les regala carne para preparar los menús y Frutos del País Siempre más Barato agrega las verduras y otros productos frescos.
“Los hermanos que vienes a las reuniones también cooperan. Traen un paquete de arroz, de fideos, aceite, cosas así. Nosotros armamos unas pequeñas canastas familiares para entregar a quienes más lo necesitan y de ahí también sacamos algo para los almuerzos”, explicó el pastor.
“Esta gente es muy despreciada; es como si fueran invisibles, pero nosotros los vemos y no sólo les damos un plato de comida, sino que también los acogemos, los hacemos reír”, agrega Riquelme.
La sopa estaba rica y enjundiosa, igual que el guiso de carne y acelgas. Todo acompañado por una fresca ensalada de lechuga, una crujiente marraqueta y el más sabroso de los pebres.
Hoy habrá porotos con rienda. Cuando el pastor lo anunció, los felices comensales llegaron a aplaudir de emoción. Después viene una cazuelita y también habrá tallarines con salsa y, por supuesto, lo que Dios quiera.
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